Para crear un entorno de juego integrador, es necesario que haya una infraestructura y un pavimento accesibles en y alrededor del equipo para jugar, así como las pertinentes actividades de juego. Las posibles actividades deberían organizarse ergonómicamente, de forma que todo el mundo pueda acceder bien a la zona de juegos. El acceso a las actividades más altas, es decir, aquellas actividades a las que solo se puede llegar por arriba y a un nivel superior al suelo, debería contar con una plataforma intermedia o una rampa. Esto permite a los usuarios con andandor, por ejemplo, trepar por las redes de ascenso inclinadas. Si se ofrecen las opciones de ascenso adecuadas, se puede prescindir de las rampas clásicas. Al planear áreas de juego para niños con discapacidad, también hay que tener en cuenta la necesidad de actividades de juego que supongan un desafío. Como el resto de niños, los niños con discapacidad también necesitan una serie de retos importantes. Los que van en silla de ruedas, por ejemplo, pueden usar la fuerza de la parte superior de su cuerpo para trepar por una red; los niños autistas pueden cooperar con otros niños en un balancín e interactuar socialmente. Esto son algunos ejemplos de desafíos que pueden servir de ayuda a unos entornos de juego bien planificados. El aspecto social de una zona de juegos es uno de los requisitos básicos. Los lugares donde los niños interactuan socialmente entre ellos a través del juego físico, como competiciones de columpios, aparatos giratorios o instalaciones para deportes de pelota, crean un ambiente agradable y atractivo.